La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo participó este jueves en el segundo Simulacro Nacional 2025, realizado a las 12:00 horas, tiempo del centro del país, desde el Palacio Nacional. El ejercicio se desarrolló bajo la hipótesis de un sismo de magnitud 8.1 con epicentro en Lázaro Cárdenas, Michoacán, una de las regiones sísmicas más activas del territorio nacional.
La novedad de esta edición fue la activación, por primera vez a nivel nacional, del sistema de alerta sísmica a través de telefonía celular. Esta medida representa un avance tecnológico relevante en la política de protección civil, al diversificar los canales de comunicación para advertir a la población sobre amenazas naturales, un desafío persistente para el país dadas sus condiciones geográficas.
En la mañana, la mandataria encabezó una ceremonia en el Zócalo de la Ciudad de México, donde izó la bandera nacional a media asta como homenaje a las víctimas de los sismos ocurridos el 19 de septiembre de 1985 y 2017. Estos eventos, que marcaron la historia reciente de México, dejaron profundas huellas en la memoria colectiva y propiciaron reformas en los protocolos de emergencia y construcción.
El Simulacro Nacional tiene como propósito fortalecer la cultura de prevención y respuesta ante desastres naturales. Desde la aprobación de la Ley General de Protección Civil en 2012, los simulacros se han convertido en una herramienta clave para evaluar la capacidad de reacción de la sociedad y las instituciones públicas.
La participación presidencial subraya la relevancia que el gobierno actual otorga a la coordinación interinstitucional y a la modernización de los mecanismos de alerta. Sin embargo, el reto sigue siendo garantizar que estos avances tecnológicos lleguen a toda la población, especialmente en comunidades vulnerables y zonas rurales, donde la infraestructura de telecomunicaciones es limitada.
En un contexto en el que la memoria histórica y la innovación tecnológica convergen, los simulacros nacionales refuerzan la importancia de la preparación y la solidaridad ante fenómenos naturales que, como ha demostrado la experiencia mexicana, pueden tener consecuencias devastadoras si no se está debidamente prevenido.
